El tabaco fue descubierto, para el viejo continente, por los españoles, cuando llegaron a Centroamérica (Cuba), en 1492, y entraron en contacto con los aborígenes (indios Taínos) quienes llevaban en la boca unos grandes cartuchos de hojas de tabaco encendidas.
Tras llevarlo a España, es en Sevilla donde años después se forma la primera compañía de tabaco y donde se inventa la forma actual de fabricar un puro:
Una parte interior a modo de columna vertebral que se llama tripa, otra que la envuelve denominada capote y finalmente una decorativa llamada capa. En la tripa y el capote se encuentran las hojas que darán sabor, aroma y combustibilidad a un puro, mientras que en la capa aquella hoja fina y delicada que aportará principalmente sensaciones visuales y táctiles.
Los puros de mejor calidad son los hechos a mano con hojas enteras de tabaco, ya que la tripa y el capote pueden ser también de picadura y la fabricación a máquina (similar a la de los cigarrillos, pero sin usar papel), obteniéndose así, puros de menor calidad y bajo costo.
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